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De la crisis de fe a la descomposición de España
24,90€SINOPSIS
«Al autor de este libro le duele España y le duele, sobre todo, la Iglesia. La tesis principal es que las dos agonías están conectadas porque la fidelidad al cristianismo ha sido el hilo conductor de la historia de España. El tema de este libro es una crítica valiente y dolorida a la Iglesia por haber descuidado su misión primordial en este momento histórico de autodestrucción humana. Cuando Occidente más necesitaba que le recordaran que este mundo no lo es todo, la Iglesia se rindió al mundo. Las críticas del padre Calvo Zarraute al estado actual de la institución a la que pertenece son muy acerbas. Nacen precisamente del amor a Cristo, a la Iglesia y a la humanidad necesitada de su verdadero mensaje. Aunque no esté de acuerdo con algunas afirmaciones de este libro, comparto esta desazón. El padre Calvo Zarraute entregó su vida a Cristo, no a un funcionariado eclesiástico acomodaticio. Y el mundo necesita a Cristo, no sucedáneos buenistas».
Del prólogo de Francisco José Contreras Peláez.
«Gabriel Calvo Zarraute no es un hombre políticamente correcto de buenismos, irenismos y entreguismos. Este es un libro de combate que revive la sentencia de Maeztu: «ser es defenderse». Lo hace desde muy abundantes lecturas que despojan el texto de cualquier aspecto de improvisación. Y de autores clásicos, modernos y actualísimos. El diagnóstico que hace me parece muy acertado. No es libro de medias tintas y componendas. Cree en unas verdades, las expone y las defiende a pecho descubierto. El complejo de inferioridad nunca se dio entre los apologistas de raza y ya he dicho que Calvo Zarraute lo es. Estamos ante la crítica a una Iglesia abierta a todo y a todos, menos a Jesucristo, con lo que deviene una Iglesia líquida, sin solidez alguna y que está comprobando su absoluto fracaso. La lectura de este libro hará pensar sobre todo esto. Iba a añadir que los tibios se abstuvieran, pero pensándolo mejor, creo que ellos serían sus mejores destinatarios si no quieren ser expulsados de la boca del Señor».
Del prólogo de Francisco José Fernández de la Cigoña.